En mi casa no habĂa lujos. Pero los domingos... los domingos eran otra cosa.
No por lo que se tenĂa, sino por lo que se cocinaba con lo que se tenĂa. Y en mi memoria hay un plato que huele a sobremesa larga, a madre contenta porque estábamos todos en casa, a pan reciĂ©n cortado y a la tele de fondo con el sonido bajito. Ese plato era su pollo a la cerveza.
No era caro, ni rebuscado. Pero tenĂa lo que no venden en el supermercado: paciencia, mimo y sabor para parar el tiempo.
Mi madre decĂa:
"La clave está en dejarlo hacer su magia, sin prisas. Como los domingos.”
Un delicioso guiso con aroma a antaño
Sacude el exceso y dora las piezas en una cazuela amplia con un poco de aceite. Hazlo en tandas. Retira y reserva.
Corta la cebolla en juliana y pocha en la misma cazuela, junto con los ajos laminados hasta que estén dorados.
Pon el laurel, la pimienta y la pastilla de caldo.
Deja que evapore el alcohol unos minutos a fuego medio-alto.
Cocina unos 35-45 minutos, removiendo de vez en cuando. Si lo quieres más espeso deja destapado los últimos 10 minutos.
Este guiso no era el tĂpico plato de fiesta con mil ingredientes. Era la receta humilde que hacĂa especial cualquier domingo. Una forma de decir “hoy es un dĂa para recordar” sin palabras. Solo con olor, cuchara… y una buena salsa.
Y lo mejor de todo: nunca sabĂa igual, porque cada vez tenĂa un toque nuevo. Un poco más de ajo, una cerveza distinta, una cebolla más pochada... Pero siempre, siempre, sabĂas que estaba hecho con amor.
Este guiso no era el tĂpico plato de fiesta con mil ingredientes. Era la receta humilde que hacĂa especial cualquier domingo. Una forma de decir “hoy es un dĂa para recordar” sin palabras. Solo con olor, cuchara… y una buena salsa.
Y lo mejor de todo: nunca sabĂa igual, porque cada vez tenĂa un toque nuevo. Un poco más de ajo, una cerveza distinta, una cebolla más pochada... Pero siempre, siempre, sabĂas que estaba hecho con amor.