Si hay algo que me enseñaron en casa es que no hace falta gastar mucho para comer como una reina. Y esta receta es la prueba perfecta. Con cuatro cosas contadas —una buena chistorra, unas patatas que aguanten el guiso y poco más— puedes tener en la mesa un plato de cuchara que huele a gloria y sabe aún mejor.
Es ese tipo de comida que te abraza por dentro, ideal para cuando necesitas algo caliente, sabroso y sin complicarte la vida ni el bolsillo.
El truco está en pochar bien las patatas, no tener miedo al pimentón y dejar que la chistorra suelte su magia. Un poco de pan (del bueno), una mesa sencilla, y ya tienes comida de domingo aunque sea martes.
Sirve esta chistorra guisada con patatas como plato único, con un buen vino tinto o una caña fresca, y te aseguro que no van a quedar ni las migas. Porque lo sencillo, cuando se hace con cariño, es lo que más se recuerda.